jueves, 4 de agosto de 2016

La inquilina misteriosa que aloja en una pieza al lado, la misma que una vez me pidió ayudarle con una maleta pesada, ahora pica unas ensaladas en la cocina, solitaria como ella misma. No había nadie más. Un cuadro a lo Hopper, a solo unos metros de la propia habitación. Voy a la cocina por un poco de agua, para tomar el café después de almorzar. Le pregunto si puedo robarle agua del hervidor, que ella evidentemente había hervido para lo que está cocinando. Asiente sin problemas. Me dice que el calefont ya se ha arreglado solo, que ya no es necesario cambiarlo, como pensaba el arrendador. Luego de conversar con ella, vuelvo a la pieza con la taza de café en la mano. Un rayo de sol impacta desde la ventana entreabierta como para completar la escena. La chica también vuelve a su habitación con un plato de comida caliente. Inevitablemente, las aguas se dividen. De repente, parece que la soledad misma del departamento comenzara a hervir, producto de su propia combustión.

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