jueves, 18 de agosto de 2016

Metallica: Integrados a la auto destrucción.

Con Metallica pasa algo raro. Que uno termina escuchándolo igual más por una obsesión nostálgica que ya por el real placer de escuchar algo único. Recuerdo que por allá en el año 2002 comencé oyendo el And Justice for All en cassette. Sonaba a algo más fuerte y denso que el tan bullado Enter Sandman, himno icónico que luego dividiría a los fans más acérrimos del sonido thrash. Al año siguiente, un amigo me presta dos cassettes mal grabados y con evidentes marcas de vencimiento e incluso pistas regrabadas encima. Esos cassettes eran el Kill em all y el Ride the Lightning. Fue la primera introducción a la época thrash de los chicos de California. Esos dos álbumes fueron la piedra angular de lo que conocería más adelante como metal, paralelamente con la escucha de Slayer y de Megadeth, eterna banda rival formada por un Dave Mustaine que fue pateado de Metallica por diferencias de carácter y de estilo.

Siempre han habido vaivenes en la carrera de Metallica. Muchos de los primeros temas de la banda fueron adjudicados al propio Mustaine, con algunos riff o pasajes compuestos por él, como en The Call of Cthulhu o The four horsemen, reversionado luego como The Mechanix por el propio Mustaine en Megadeth. También luego del lanzamiento de Ride the Lightning se dice que los fans comenzaron a criticar el sonido comercial de la banda al incluir la balada "Fade to black" acusando suavizar su sonido. Pero los incipientes metálicos de la bahía sabían que ninguna banda de rock (o, en este caso, de metal) podía alcanzar el estrellato ni superar su condición subterránea sin alguna mítica power balad. En esos años, sin duda, Cliff Burton era el bastión de la creatividad, con su poderoso bajo y su influencia literaria sobre la estética de la banda. Por citar, por ejemplo, la canción "Por quien doblan las campanas" donde el bajo de Burton lleva la batuta y donde la letra está inspirada en la novela homónima de Hemingway. La muerte de Burton fue, en ese sentido, un antes y un después para la banda. Uno doloroso. Después de sacar la, para muchos su obra maestra, Master of Puppets, fue cuando el Metallica thrash, el primer Metallica comenzó a mutar hacia el Metallica que hoy en día continúa llenando estadios a la par con las grande bandas de rock clásico. Con el Black Album y su arrollador Enter Sandman, luego se volcarían hacia un formato cada vez más cercano al rock pesado, (gracias a la oreja glam de Bob Rock) con Load y Reload, albumes decentes pero que para mi gusto pertenecen no al Metallica thrash sino que al Metallica hard rockero, al Metallica de estadio. Es esa disyuntiva la que muy a su pesar conforma la gran pugna artística de la banda. No han sabido conciliar esos dos polos de forma satisfactoria: el polo comercial y el polo pesado. Han intentado mantener un estilo que recuerda sus mejores años a través del compilado Garage Days. Hasta incursionaron en un proyecto con la sinfónica de San Francisco. A pesar de sonar potentes, nada puede todavía resolver aquella disyuntiva tan arraigada en la esencia de la banda.

El año 2003 se hablaba del regreso a las pistas de Metallica. De oreja a la rock and pop, sonando el primer sencillo después de años de silencio: St Anger. Decepción absoluta, luego de escuchar ese montón de balones de gas ausentes de solos y de inspiración. Definitivamente no era el regreso triunfal que esperaban, ni para los fans más devotos al sonido metal ni para los seguidores más populares. Años después, 2008, de nuevo con la tónica de volver a su pasado thrash, lanzan Death Magnetic, álbum a mi gusto efectivo en su ejecución, con unos cuantos himnos que rememoran lo antiguo pero que, a ratos, redundan demasiado en su propio sonido. Después se embarcan en una aventura musical con Lou Reed, lanzando un álbum todavía más incomprendido que todo lo anterior, sobretodo para la escuela de oyentes de Metallica que es producto de su propia disyuntiva. Ese álbum se llama Lulu, y es, a mi juicio, más una apuesta excéntrica de Lou Reed en conjunto con los californianos que un álbum propiamente de Metallica, una apuesta arriesgada por hacer una simbiosis, a partir de la parada de un Lou Reed en el declive de su carrera, que sigue probando con la experimentación vanguardista, y la parada de Metallica buscando una alternativa, un tubo de escape a su propia estética ya agotada con el paso de los años. Ni Reed ni los propios Metallica parecían desanimados ante las malas críticas. Lou Reed decía: «Yo no tengo fanes. Después de Metal Machine Music todos huyeron. ¿A quién le importa? Estoy en esto básicamente por diversión». Lars Ulrich decía por su parte que los criticaron por Fade to Black, luego por el album negro, más tarde por el Load y el Reload, y, por último, por el St Anger, así que no le extrañaba para nada. Solo querían "desplegar las alas" y probar con algo distinto a las expectativas de la comunidad metalera. Querían probar que también podían hacer cosas ya no por seguir un estilo de manera religiosa, sino que por simple devoción a la música. Ahora se aproxima el nuevo álbum de Metallica. He aquí su nuevo sencillo. Probando sin duda que la otrora banda de metaleros de la bahía de California continúa en la eterna búsqueda de su propia época dorada.


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