jueves, 18 de agosto de 2016

Un amigo ayer dio con una explicación lógica ante nuestro fracaso en el ámbito de la conquista. "Hay que reinventarse. Frecuentar otros círculos. Damos vuelta siempre en el mismo". Eso se le ocurrió como una Eureka luego de haber probado desinstalar la aplicación de Tinder en su celular, para acto seguido volver a instalarla. Dice que después de eso le llovían los matches, como si al desaparecer del sistema y resetearse se hubiera reinventado a si mismo, renaciendo como un fenix de las cenizas de la indiferencia. Añadía que es muy probable que la aplicación solo te de un margen de tiempo de "ventaja", de matches fáciles y espontáneos, para luego saturarse e ir decreciendo progresivamente tu capacidad de ligue. Le expliqué que es una posibilidad factible porque uno al principio lograba matches sin mucho esfuerzo, incluso con mujeres de otras latitudes muy lejanas. Como que la aplicación misma te da un tiempo de garantía para lograr conectarte, pero luego te deja a la deriva con tus propios méritos y, de esa forma, el asunto va decayendo. Es la trampa del sistema. La ilusión del éxito. No se es en ningún momento uno mismo, sino que es el avatar que, sujeto a las reglas del juego, opera de acuerdo a ciertos parámetros de atracción y de repulsión, previamente programados para triunfar o perecer en el intento, con la atractiva ilusión de la libertad. Porque, después de todo, la realidad, en ese ámbito, es más cruda de lo que se refleja en el propio programa.

Palabras clave: Desaparecer, reseteo, círculos. Ojala en la vida real se pudiese avanzar solo en base a estas tres palabras. Pero la vida misma no es un programa. No hay nada que te haga volver a comenzar con la garantía de que en ese nuevo comienzo logres mayores divisas. Ya que hay un punto en que no se puede volver atrás. Te arrojas y eres echado a tu propia suerte, de inmediato. La experiencia misma se acumula y te pasa la cuenta. Entonces, al final del camino, solo resta superar el círculo vicioso. Blanco y negro. Todo o nada. Ya no concibo otra forma de hacerlo.

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