jueves, 20 de octubre de 2016

Busco unas fotocopias y guías de PSU para la clase particular de la tarde en Ramaditas. Una carpeta entera de puro material pedagógico, más de algún archivo inservible o incompleto. Ante la infinidad de clases, se acaba por reciclar lo que ya se usó. Cada clase sería única, efectivamente, pero fuera del plan, fuera del guión escrito. La letra virtual del documento no aguanta su completa aplicación. En ese sentido la pedagogía tiene mucho de teatro: la representación rebasa por mucho al texto. Lo curioso es que la madre que solicitó mi servicio era la misma del año pasado. Solo que ahora sin un intermediario que pagara las clases cuando pudiera. La idea de todo esto es clase hecha, clase pagada. Se le notaba preocupada a la madre por el rendimiento de su hijo. Cuestión que el año pasado ya había concretado, solo que se cambió de carrera sin mediar aviso. La oportunidad un fenómeno recursivo. Se toma o se deja, pero de tanto en tanto vuelve para ponerte en jaque. Esta vez el cabro debe sí o sí rendir una buena PSU. En el fondo la clase parecerá más un entrenamiento intelectual para una carrera que propiamente una mayéutica. Tampoco se le puede exigir demasiado. Al fin y al cabo, se acaban los días ofreciendo un servicio que funciona pero que desencanta por repetición. Algo de gracia persiste sin embargo en ese despropósito. La de un texto que pretende servir como garantía de conocimiento. Y a su vez el supuesto conocimiento como garantía de algo más, llamémosle éxito. En el fondo la sola idea de la escritura planificada para el éxito me decepciona. Y la sola idea de la pedagogía enfocada para el cumplimiento de la norma me exaspera. Pero todo cobra su parte si al menos el chico logra darse cuenta del absurdo del sistema, y aun así guarda para sí algo de satisfacción por el hecho de salir de su zona de confort. Veremos si el plan del profesor consigue despertarle esa inquietud, o, en su defecto, sacarle una sonrisa irónica por la seguridad de su aprendizaje.

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