viernes, 9 de diciembre de 2016

2016 bar.

Acabo de despertar de un sueño. En él me encontré dentro de una especie de parque onírico, posible mediante tecnología similar a la del episodio de Black Mirror, Playtest (solo que no se trataba de un juego virtual de pesadillas, sino que de recuerdos y de experiencias musicales) pero con la arquitectura de Westworld habitada también por humanoides. En el parque con el cual soñé había un bar abierto en alguna parte que semejaba una especie de Las Vegas versión latinoamericana. Al interior estaban sentados algunos de los músicos que murieron el 2016. Junto a una mesa de apuestas estaban Leonard Cohen, David Bowie, George Martin. En otra, estaba Prince rodeado de putas y bebiendo whisky. Más allá estaban ensayando Keith Emerson y un recién aparecido Greg Lake. Por su parte, Glenn Frey y Maurice White estaban pidiendo una ronda doble. Martin se da cuenta y pide que apueste con ellos un juego de Póker. "Todo el que llega aquí debe apostar. A lo mejor, extranjero, andas con suerte". decía. De repente, aparece Adriana Campos y me salva del impasse. Si no lo hubiera hecho, seguramente quedaría en evidencia frente a los músicos. Dice que primero requiere un poco de su atención, antes de comenzar el juego. Ella, a un costado del bar, solo replica lo siguiente: "Aquí, cariño, nada es lo que parece. Todos estamos de paso. Así que solo ven y relájate". Trato de preguntarle a qué se refería con esas palabras. Hago el ademán de pedirle un trago. Saca uno de la nada, un poco de whisky de la casa, y se marcha sonriendo. Sube las escaleras. Hacia ella sube también Prince con una rosa en la boca, en actitud excéntrica. 

Maurice White y Glenn Frey toman ahora asiento a un lado del escenario del bar, fumando a raudales, como esperando algo. El grupo de Cohen, Bowie, y Martin sigue apostando escandalosamente. Hasta que de repente aparece sobre el escenario John Lennon, esta vez como presentador, introduciendo al nuevo dueto del local: Emerson and Lake. La intro musical era la de la versión de Hallelujah de Leonard Cohen, pero con un notable toque progresivo. Cohen, en la mesa de póker, miraba fijamente a los virtuosos. Bowie reía desaforadamente. Al final de la canción, Lake vociferó el final de su intrepretación de The Great Gate of Kiev, a través de la cual rezó las siguientes líneas: There's no end to my life. No beginning to my death: Death is life. Aplausos unánimes. En eso Lake y Emerson se bajan, y arman una mesa justo al lado del grupo de Cohen, Bowie y Martin. Lake saluda estrechamente a Cohen. Glenn Frey de repente se para, se da vuelta, lanza una daga a la mesa de Emerson. Este la desprende. Venía con una carta para apostar en la mesa del trío musical. Ambos sonríen. Voy a la barra y trato de pedir un trago. Bowie grita y dice: “Vamos, extranjero, el que viene acá debe apostar”. Justo en el momento en que me disponía a aceptar la invitación de Bowie, aparece John Lennon, el presentador, de la nada. Trato de preguntarle qué es lo que trataban de decir. Qué hacían acá todos reunidos. Lennon solo dice que me calle por un momento. Que hacía demasiadas preguntas. Solo atina a decir, esta vez con un tono más cercano: “Extranjero, todo lo que necesitas es amor. No hay nada más”. Una vez dicho eso, sube hacia la escalera que había subido Prince. En ella Adriana Campos me veía a lo lejos. Mira hacia abajo como despidiéndose con una dulce sonrisa. 

Cuando me disponía a beber el trago, despierto. Quedo pensando en las palabras de Lake al final del tema de Hallelujah, y en las palabras de Lennon. ¿Habrá realmente un final para la vida? ¿O un comienzo para la muerte? Tomo un vaso de agua dejado la noche entera en el velador. Entonces coloco esta vez el tema Jerusalem de ELP, mientras recuerdo más detalles de aquel sueño, improvisados sobre estas líneas. A veces un sueño es el comienzo de algo, o solamente el estribillo de alguna canción perdida.

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