miércoles, 7 de diciembre de 2016

El calor de repente evoca cosas, la urbanidad aparece más barroca que de costumbre. En Valparaíso sucede eso: de pronto el calor hace que la acera central se vuelva Río, a ratos algo intransitable, llena de una asfixiante euforia comercial; luego la disipación del calor hace que el sector de los bancos recobre cierta sofisticada oscuridad. Un aire a viejo barrio londinense arrebatado a la fuerza por una historia fugitiva. Ya no queda, finalmente, otra forma de caminar esas calles que no sea sobre el límite de aquel particular claroscuro.

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