jueves, 1 de diciembre de 2016

Vengadores

El caso de Los vengadores anónimos que tomaban "la justicia" en sus manos. Según ellos mismos, no había nada personal en lo que hacían. "Solo buscábamos un poco de justicia. No nos podíamos quedar de brazos cruzados". Afirman que quizá su método no era el correcto, pero no se arrepentían de nada. Sin embargo, como colmo del absurdo, fueron capturados por la ilegalidad de sus actividades. Lo más irrisorio de todo fue que la detención de estos vengadores se hizo con total efecto mediático y a rostro descubierto, exponiéndolos como carne de cañón para los delincuentes. Y estos últimos, en cambio, fueron protegidos del ojo público, evitándoles la ignominia. El subsecretario del Interior señala que “en un país civilizado hay instituciones, en este caso, los policías, que tienen la tuición legal de ejercer acciones de esta naturaleza, no los civiles”. La acción de nuestros personajes demuestra entonces la crisis de la institución policial. Y del aparato judicial. Algo no está funcionando como debería. La institución ya no parece representar a nadie. De esa forma, sale a flote la voz clandestina, practicando de forma quijotesca el ideal al margen de lo establecido. A la sombra de una ley abstracta, burocrática. El que piense que no es así, solo recuerde la figura de Batman, un justiciero ilegal, anónimo, movido por razones honestas y personalísimas.

Arrival

Vi Arrival. El dilema comunicativo en la película me parece crucial. Hasta ahora ninguna película de ciencia ficción sobre contacto extraterrestre ha tocado el tema con suficiente profundidad (y, por cierto, estética). Uno de los primeros tópicos dice relación con el clásico enfrentamiento entre el lenguaje y la ciencia ¿Cuál de los dos sería el más adecuado para entender a la humanidad? Desde la óptica de un posible acercamiento extraterrestre ¿Cuál de los dos definiría mejor, o al menos, de manera más esencial, la cultura humana, a los ojos de una civilización del espacio? La Dra Louise, lingüista, (Amy Adams) y el Dr Ian, físico teórico, al parecer quieren resolver esa disputa insalvable, con su aproximación a los heptápodos. Secundados por la fuerza militar, parecen enarbolar simbólicamente la bandera del imaginario humano. La palabra y las matemáticas, enfrentadas pero, al fin y al cabo, indisolubles en su ficción, lenguajes, "armas", para dar con la orilla del Otro desconocido.

La Dra habla sobre la hipótesis de Sapir Whorf: la relación estrecha entre el lenguaje que se dice y la forma en que se piensa. Esa hipótesis parece cubrir todo el entramado del guión. Porque la Dra, a medida que trabaja junto a su compañero científico en el contacto extraterrestre, también va descubriendo su fuero interno, su propia porción de historia y de mundo, vetada a una primera lectura de la realidad. Pronto ambos se dan cuenta que las palabras y los números son, como los propios heptápodos dan a entender, simples "armas", herramientas para conectar con el Todo, eslabones imaginarios de un gran puzzle cósmico todavía incomprensible para la lógica.

En gran parte de la trama se pueden interpretar las viejas palabras de Wittgenstein: "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo". En la película los límites están representados por una muralla dentro de un cascarón gigante. Ambos, humanos y extraterrestres, tocan la orilla pero no consiguen el contacto. Solo les resta el símbolo. Solo les resta la voluntad de crear un lenguaje universal. Algo que finalmente una y no separe. Hacia eso apuesta la película. Hacia una comunicación que una todos los cabos sueltos entre significante y significado. Hacia los Otros reflejados en una historia personalísima, que vendría siendo, al final y al cabo, la historia de todos. Película más que recomendable, de visionado obligatorio.