jueves, 12 de enero de 2017

Entrando en la pieza un montón de cenizas cerca de la ventana abierta, a un costado de la lámpara del velador. Los rumores del incendio en Cordillera llegaron hasta el plan. El cielo se había siniestrado. La única proclama que se deja escuchar a lo lejos, de parte de un transeúnte anónimo: cuándo acabará el infierno. Otro a su lado, parece decirle: tiene pa rato, wn. La pregunta que voló sobre la ciudadanía, incandescente, incógnita, socavó la aparente calma de las calles. Sirenas por doquier, colapso vehicular, hablaban de una urbanidad dantesca. La única evidencia del desastre acaban siendo, sin embargo, las cenizas desperdigadas esta vez hacia el living por acción del viento. La cruel ironía de las cenizas que vienen de un incendio ya ocurrido pero que todavía quema en la memoria. Lo único que resta ahora es el fuego aplacado de la noche. Su silencio seco, desolador.

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