lunes, 9 de enero de 2017

¿La Cumbre del Rock chileno?



El dilema sobre el nombre del evento del sábado: ¿Cumbre del rock chileno o Cumbre de la música chilena? La interrogante viene dada precisamente por el cuestionamiento a las bandas que integraron los recitales. El creador se da el lujo de señalar que el concepto de rock como género musical, sobre todo en español, ya se ha vuelto demasiado "abstracto" como para establecer una categoría definitiva que aúne la totalidad de las bandas y su diversidad de registros y sonidos. Dice que el rock desde su concepto tradicional se sigue asociando a las bandas clásicas de los 60 y 70. Y que las bandas latinas, como por ejemplo, Soda Stereo, Charly García, Los Prisioneros, Caifanes, ya han superado el obstáculo de la autenticidad sonora, estilística. Y tiene, en parte, razón. A falta de una definición convincente y unívoca sobre el sonido del evento, recurre a ese viejo lema atractivo pero ambiguo por su uso indiscriminado, y explica: "El rock tiene más que ver con la actitud y la lógica de la independencia musical, que con la sensación de que si la batería suena más fuerte o la guitarra tiene más distorsión, eso me parece un concepto bastante obsoleto”. Esa parada ya la había planteado Lester Bangs en los setenta, de que el rock and roll es una actitud antes que un estilo musical. De que incluso se puede hasta escribir o pintar de forma rockera. Lester Bangs, sí, el mismo que dijo que el rock había muerto en 1973.

El problema con la fórmula "rock=actitud" es que no pretende definir el límite de lo estrictamente musical. Camufla con una frase vitalista una incapacidad estética. Y tiene doble filo, porque esta frase, quizá de origen primitivo, proveniente del rock más visceral, acaba siendo promocionada como la flor de la rebeldía y de la originalidad, en un evento que presenta más bien una versión acomodaticia del sonido eléctrico. El público acaba conforme con lo que vacila, la endorfina, la adrenalina recorre sus cuerpos ante las vibraciones rítmicas, pero sigue sin comprender el trasfondo rockero de su experiencia. Esto se pudo apreciar de forma un tanto patética en los dichos de Alex Anwandter, después de su show, los cuales aclaran su no identificación con el rock al constituirse "tradicionalmente como un club de hombres. Y este 2017, si necesitamos algo, no es un club de hombres”. Lleno de euforia, se da además la libertad de agregar un comentario políticamente correcto, señalando que debería haber "más igualdad y más respeto para las mujeres y para la comunidad gay", como si el rock, desde su óptica, fuese una especie de música originariamente patriarcal, cosa que, viéndolo fríamente, resulta una soberana estupidez y una ignorancia suprema. (Dónde deja entonces a bandas como Queen y como Heart, iconos del rock liderados por un homosexual y por mujeres, respectivamente). Polémicas como esta hacen pensar que la nomenclatura rock ya ha perdido todo su sentido auténtico, y que se ha extraviado entre ilusas interpretaciones posmodernas, tanto así que hasta se ha propuesto que el evento se llame solamente "La Cumbre", con un solapado ánimo de integración y diversidad.

Mención aparte, sin embargo, merece la despedida definitiva de Jorge González, que por su estado actual ya ha ido construyendo una suerte de leyenda del rock chileno, a pesar de evidenciar en carne propia, desde el trono, que su discurso contestatario está siendo permitido por la maquinaria que él mismo, con su acidez temprana, buscaba combatir. El escenario habla, después de todo, sobre figuras emergentes en coexistencia con figuras establecidas, cada una brillando y sonando con colores propios. Se puede ver en las presentaciones de Mon Laferte (que irá al Festival de Viña), Francisca Valenzuela, Javiera Mena, Pedro Piedra. Algun@s de est@s intérpretes caen mejor dicho en la categoría rock-pop, o derechamente en el electro pop. Por eso mismo, muchos se han cuestionado dónde quedan bandas con un sonido como Arena Movediza o Tumulto, y se ha hecho patente la necesidad de responder a la pregunta "¿qué es el rock?", y sobre todo, "¿qué vendría siendo el rock chileno?"; pregunta que, pese a su indeterminación, ha dejado que muchas bandas únicas hagan de las suyas, demostrando que pueden resignificar a su manera, a veces de forma irresponsable, a veces de forma descarada, el rock, ese clásico sinónimo para la energía desatada, para el descontrol orgánico.

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