lunes, 13 de febrero de 2017

El meta soltero

Es cosa sabida que en el universo existen dos clases de solteros, radicalmente distintos entre sí. Está el soltero exitoso, el que lo es sencillamente porque quiere serlo. El Don Juan, el Casanova insufrible, que cambia de pareja como cambia de calzoncillos. El que quizá no teme tanto al compromiso. Solo que lo encuentra tremendamente aburrido. A este soltero se le podría catalogar como el soltero que quiere y puede, bajo toda circunstancia. Está, en el otro extremo, el soltero perdedor, el que lo es porque no puede evitar serlo. Aquel que se propone buscar pareja pero termina haciendo amigas. Esta clase de soltero puede que desee el compromiso para salir de su estado solitario. Pero en realidad solo busca una salida temporal. Un revolcón para no cagarse de frío por la noche. A este soltero se le podría llamar, sin duda, el soltero que quiere pero no puede. Sin embargo, entre estas dos categorías se levanta una tercera. Desde el fango mismo de la castidad y la promiscuidad. Aquel que quizá pueda pero tampoco quiere. El fenómeno. La rara avis. “El meta soltero”, aquel que solo se dedica a escribir y reflexionar sobre la soltería. El contemplador de la derrota y del triunfo ajeno. El eterno jugador. Su verdadera reputación siempre será desconocida.

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