jueves, 9 de febrero de 2017

En una vuelta por la Feria del libro de Quilpué, me encontré con una novela de Enrique Vila Matas que no había tenido la oportunidad de hojear: "Doctor Pasavento". Versa sobre un narrador que va en busca del paradero de Robert Walser, de quien admiraba su inclinación por el anonimato, la satisfacción por una vida sencilla y el rechazo categórico a la gloria y la fama (literarias). Alrededor, mientras comenzaba la lectura del día, se avecinaban algunos escritores y escritoras de los cuales no se sabía mucho, pero que guardaban el ímpetu necesario. No me atrevería a llamarlos emergentes. Entusiastas creo que calza mejor con su definición. Sin leer mucho sobre ellos, y escuchando alguno que otro poema, se percibe a simple vista una sutil camaradería. No una cuestión sectaria, aspiracional, sino que un asunto de simpatía, de relación orgánica. Si uno comienza a hilar fino, uno puede llegar a encontrar lazos que creía imposibles en el contexto de una lectura. Cuestiones humanas, demasiado humanas. Poéticas o anti poéticas hasta decir basta. Sin embargo, esa parece ser una característica de los escritores de Quilpué: su espíritu medio Robert Walser, su renuencia a abandonar la provincia de la escritura.

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