sábado, 18 de febrero de 2017

Tornado de almas

Mientras terminaba de escuchar el Dystopia, último álbum de Megadeth, caí dormido de repente, bajo un calor inusual y el sonido de las distorsiones. En el sueño me encontraba junto a una banda tributo llamada Tornado de almas, formada por algunos locos del colegio. Era Noviembre del año 2005. Tocaban en el contexto de las alianzas de fin de año. El sonido se me hizo parecido al que alguna vez escuché a una banda real del colegio, llamada Pobres cristianos, un rock con un sonido crudo y rudimentario. El recital de Tornado comenzaba justo después de una competencia de juegos típicos. Cuando tocaban, a casi nadie parecía gustarle semejante estridencia. Las monjas hacían muecas como de desagrado, guardando una paciencia fingida. Los únicos que vacilábamos la música éramos unos pocos arriba en la tarima del segundo piso. Los temas propios pasaban en banda, aunque disfrutados de forma solapada. De pronto comenzó el tema Tornado of souls. Entre el abucheo generalizado surgieron de la nada unos gritos de aliento. El episodio en el que arrancaba el célebre solo de guitarra era sin duda el más vacilado. Hasta que de pronto uno de los jueces de las alianzas determinaba que el tema debía acabar, por exceder los cinco minutos de demostración, máximo tiempo requerido para cada show. Se armó un motín de cabros y cabras que le exigían al juez continuar con el tema hasta que acabase. Las monjas bajaron a poner orden. Sin éxito. Acabaron sumándose a la masa de alumnos ensordecida con el virtuosismo del solo a lo Marty Friedman. 

Al acabar el tema, se escuchaba desde la alianza roja, nuestra alianza, una seguidilla de aplausos y silbidos exigiendo “otra!, otra!”. Los locos de la otra alianza, la alianza más flaite, exigían literalmente parar el hueveo. Se armó después una camorra más o menos. Entraron el inspector y las monjas nuevamente a poner orden. En eso entraba la otra alianza. El número era el baile de moda de unas cabras, vestidas de prenda ligera y excesivo maquillaje. Uno de los integrantes de Tornado, a lo lejos, descansando con el bajo, me comentó que parecían un montón de groupies animando el rock (en realidad otro loco amigo mío decía que parecían prostis, pero esa acotación en ese momento no venía al caso). Las cabras se veían entusiastas, aunque una de ellas miró hacia el frente, algo nerviosa por la vara alta que dejaron los chicos del tributo a Megadeth. Comenzaba el show. Las chicas se movían sensualmente, ante el ritmo de una cumbia. Justo cuando una de ellas, la más rica, hizo una performance improvisada, algo así como un solo de guitarra pero en modo baile, siendo ella el solo o la guitarra, el loco a cargo del sonido de la radio escolar comenzó a hurguetear entre los cables para arreglar la amplificación. Al teje y maneje le siguió luego un chirrido momentáneo, y en eso abruptamente se acabó el sueño. 

Desperté por la mañana, acalorado, de manera brusca, como si hubiese llegado de un mosh violento. Miré hacia el equipo y la radio seguía prendida, pero ya no sonaba nada. Prendí de esa forma el pc y traté de recordar el nombre de aquella bailarina, para completar en mi mente su número solista. Solo un recuerdo vago se asomaba. Una silueta difusa oscurecida por las cavilaciones. Mientras tanto, la música de la radio volvió a sonar de forma milagrosa. Entonces acabé anotando mentalmente: Now I'm safe in the eye of the tornado.

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