sábado, 11 de marzo de 2017

Cristales de tiempo

Un artículo reciente habla sobre la confirmación de los llamados "cristales de tiempo", aparecida en una revista científica de la Universidad de Maryland. Estos cristales de tiempo abrirían un campo hasta ahora desconocido de la materia, en el cual es posible que los átomos se repitan siguiendo un patrón temporal y no espacial, cosa en primera instancia imposible desde la física tradicional, puesto que, para que haya un movimiento en el espacio, debe existir un mínimo de energía, y se supone que estos nuevos cristales generan una oscilación de sus átomos sin necesidad alguna de energía, moviéndose en el vacío solo de acuerdo a un misterioso agente: el tiempo. Cómo lo hacen, qué los compone, cómo surgieron, parecen ser las preguntas de cabecera de sus investigadores. Sin embargo, Andrew Potter, uno de los responsables del artículo, habla sobre un concepto, el concepto del desequilibrio. De acuerdo a esto, los cristales de tiempo serían la evidencia fidedigna de que la materia nunca está del todo equilibrada. Que no existiría algo así como el equilibrio completo en el universo. De repente fantaseo, a raíz del artículo, con las posibilidades científicas y existenciales de este descubrimiento. Un mundo dividido entre los científicos optimistas, que planearan el uso de los cristales de tiempo para el desarrollo de superordenadores cuánticos, que superaran la esclavitud de la materia y funcionaran más allá de la energía, a niveles que la actual ciencia todavía no puede procesar; Y entre los filósofos del tiempo que, siguiendo los postulados heideggerianos, ahondaran aún más en su dasein ontológico, haciendo una apología del desequilibrio temporal, entregándose de una vez por todas a los secretos del infinito. De ser así, lo realmente inaudito sería que estos dos grandes bloques, correspondientes a la élite, se disputaran sus preciados cristales futuristas, mientras que el resto de los mortales continuara debatiéndose en la búsqueda incesante de tiempo perdido. El asunto, de esa forma, no sería solo un asunto científico, sino que sería también un asunto político. Tendría que existir un Ministerio del Tiempo. El Aleph, posible solo en la cuentística, se haría realidad. Por fin la sociedad se dividiría, definitivamente, entre los que tienen y no tienen tiempo.

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