jueves, 23 de marzo de 2017

Cuenta uno de los colegas, más en serio que en broma, que no por ser profesor en Chile uno va a tener que hacer necesariamente voto de pobreza. Eso mismo decía un compadre, que ahora por supuesto se dedica a vender libros y a vivir de los ahorros que ha ido acumulando de sus oficios de comerciante. Otro decía algo parecido, pero acusaba a ciertos profesores de un ínfimo sentido de pertenencia, de un iluso orgullo profesional, a cambio de trabajar por unas bolitas de dulce. Ese mismo loco ahora choferea. Por mi parte, continúo con pundonor en la rueda pedagógica, tratando de sumar unas cuantas horas a la semana, mientras los domingos retomo el oficio de guardia que, según lo que cuenta el amigo, no sé si en broma o en serio, fue de lo que realmente me titulé, por lo menos en lo que consiga la tan anhelada estabilidad, cuestión que a estas alturas solo aplica a nuestras deudas, y a nuestro invencible desparpajo.

No hay comentarios.: