viernes, 3 de marzo de 2017

Hoy en la reunión de profesores se armó una discusión como de quince minutos a raíz del color del lápiz que debía usarse para llenar el libro de clases. El nuevo director decía que debía ser el azul de manera irrenunciable. Le pregunté si acaso las notas rojas también debían colocarse azules entonces. Dijo sí de manera tajante. Cosa que resulta extraña, de acuerdo a una colega. Toda la vida las notas rojas debían ser escritas con lápiz rojo, alegaba ella. Otro colega le replicaba que de ahora en adelante sería el azul porque, según él, era "menos invasivo a la vista". Pero el rojo determina realmente las notas repitentes de las notas suficientes, insistía la colega nueva. Se armó de pronto una disputa entre los partidarios del rojo, simpatizantes de la tradición, y los partidarios del azul, simpatizantes de la novedad, y a su vez, de la autoridad. La reunión pronto evolucionó de una cosa curricular a una cosa estético-tipográfica. Por mi parte, no pienso en renunciar al placer de escribir una nota roja con el color que le corresponde.

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