viernes, 19 de mayo de 2017

La caída del reloj de flores

Supe del derrumbamiento del reloj de flores de Viña por un alumno en su celular. -¿Vio, profe? ¿Qué será de Viña ahora?- preguntaba el chico, irónicamente preocupado. Otro le replicaba que prácticamente Viña para el extranjero son esas tres postales: El reloj, la playa y el festival. Lo decía para argumentar que con la caída del reloj perdería turistas. De repente, otra alumna se sumó a la conversación y dijo de forma retórica: -¿y ahora, cómo dará la hora nuestra alcaldesa?-. Muecas de humor, pero también de extrañeza. Luego, esos mismos cabros se pusieron a divagar en torno a las posibles causas del derrumbe. -¿Habrá sido solo un árbol? ¿Y si fue intencional?-, preguntaba el primero. El otro le respondía: -Yaaa, ¿y quién fue acaso? ¿Los illuminatis? ¿La oposición?-. La alumna de antes agregó resuelta: -Yo creo que fue algo fortuito. Por efecto de la lluvia o los temblores. Nada más. -. El chico a su lado, que decía ser de Forestal, se metió y dijo: -Se derrumban los cerros de Viña wn, y nadie dice nada. Se derrumba el reloj de flores y todos pierden la cabeza-. La clase se convirtió, de pronto, en un foro abierto sobre la caída del reloj de flores. Unos, conspiradores, apoyaban la tesis de la caída intencional. Otros, realistas, apoyaban la causa del árbol. Estaban además los indiferentes, los que no estaban ni ahí con la caída y con el reloj. -El tiempo seguirá pasando-, agregaba uno de ellos. Una enigmática frase. Así fue como los minutos pasaron, todavía sin comenzar a pasar la materia. Moría el reloj, pero el tiempo seguía su marcha. La hora pedagógica se iba haciendo finalmente casi a merced de los propios cabros reflexionando sobre la caída del reloj. Un gran bache sobre la medida del tiempo. Un gran bache sobre la realidad de la clase, y por extensión, sobre la de la ciudad. Amo esos baches, amo cuando las cosas rompen su propio esquema.

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