lunes, 22 de mayo de 2017

Sonando en la radio, un sujeto hablaba con la locutora acerca de la importancia de hacerse preguntas en la vida, inclusive más que la necesidad de generar respuestas, producto de una sociedad más interesada por el resultado que por el fundamento, y toda esa cantidad variopinta de argumentos contra la concepción del sistema neoliberal. El sujeto, luego de dar sus razones, se definió ante la pregunta de la locutora como un verdadero "coaching existencialista". Decía que al partir desde el fundamento de la pregunta, y citando a una serie de autores clásicos de los cuales ya no recuerdo ninguno, se diferenciaba de aquellos que practicaban solamente una suerte de "coaching asistencialista". Entendí a lo que quería llegar: a la importancia nuclear de la pregunta no solo para lo que él llamaba su disciplina sino que para la filosofía misma. Sin embargo, lo que me hacía más ruido era su enrevesada auto denominación. "Coaching existencialista". ¿A qué venía ese anglicismo para referirse a una cuestión eminentemente práctica? Y todavía relacionado de forma antojadiza con el existencialismo, algo así como una mezcla de Sartre, de filosofía griega y de autoayuda aplicada al emprendimiento profesional.¿Por qué ese afán de colocarse nombres rimbombantes? ¿Status? ¿Ideología? ¿O simple y dura vanidad velada bajo la forma de la hiper especialización?

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