jueves, 18 de mayo de 2017

Un agujero negro en el Sol de la música

Al llegar al instituto en la mañana, luego de enterarme de la partida de Chris Cornell, el cielo nublado, variando a despejado. El advenimiento de una tímida luz luego del temporal de anoche. En la oficina, mientras tanto, la secretaria me preguntaba cómo había pasado la lluvia. Le decía que al menos había sobrevivido. En eso me volvía a preguntar, esta vez qué música quería escuchar. Venía dispuesta a colocar música en todo el instituto antes de comenzar la jornada. No le contesté nada. Solo le pedí que me facilitara el sistema de sonido y el computador. Entonces busqué un playlist de Soundgarden que comenzaba con Black Hole Sun, (y seguía luego con Spoonman y un tema del Blow up the Outside World). La secretaria de inmediato manifestó gustarle aquella canción, cosa que me sorprendió gratamente. Señalaba que su hijo también escuchaba rock. No sabía qué bandas precisamente, pero decía que ese hit de los chicos de Seattle era una de las canciones que solían pegar en la casa, cada vez que su hijo volvía de clases y se hallaba solo, como un pequeño rito para exorcizar la rutina escolar. En eso, mientras sonaba el solo de Kim Thayil en todo el instituto a medida que los cabros subían a las salas, llegó el director. De entrada dijo que la secretaria al parecer había cambiado el estilo musical. Ella le dijo que esta vez yo había “hecho de DJ”. Se sorprendió, sobre todo porque también vacilaba la canción. El director no era un lego en el tema. Se refirió de inmediato al característico efecto de la voz de Cornell. Lo que no sabía, sin embargo, era que sonaba Black Hole Sun en todo el instituto a modo de oración rockera en su memoria. La cara del director se descompuso de inmediato. La secretaria miraba, pálida, el surrealista video. El instituto se volvió de ese modo una auténtica misa fúnebre al ritmo de guitarras elegiacas. Muchos de los cabros desconocían el sonido. Solo uno de ellos tarareaba el tema mientras miraba afuera de la ventana, hacia el cielo abriéndose casi como en el video de la canción. En cierta medida, volvía a revivir una de mis mejores experiencias de la adolescencia: haber intentado remecer la escuela con el sonido de alguna banda de rock. Solo que ahora esa intervención, en calidad de profesor, tenía un tono melancólico. La radio escolar permanecía en nuestro imaginario, sonando, jugando a cambiar el mundo, nuestra vida, pero volvía, ya de grande, ahora solo para conmemorar la muerte. La caída de una voz. Con esa caída se abre finalmente un agujero negro en el Sol de la música. Nos lleva irremediablemente hacia su vórtice, hacia un jardín de sonido, absorbiendo nuestro pasado, aquellas tardes después de la escuela en que todo se resumía en escuchar el Superunknown de 1994 con el clásico equipo de música y tratar de bajar los primeros discos, de tal forma que nuestras noches, solos en casa, sonasen más fuertes que el propio sentimiento incipiente del amor. Reitero: Con esa caída se abre un agujero negro en el Sol de la música. Todos los que hemos escuchado a Soundgarden y toda la oleada grunge saben de lo que estoy hablando. Todos, sin duda, hemos sido arrastrados. Malditos, pero de cierta forma, dichosos, sin esperanza de volver.


No hay comentarios.: