miércoles, 7 de junio de 2017

El Martes algunos cabros plantearon la idea de cambiar el ramo de Orientación religiosa del instituto por uno de Filosofía. He seguido de cerca sus comentarios. La gran mayoría está en desacuerdo con el ramo religioso. No tanto por lo religioso en sí, que de suyo provoca anticuerpos, sino que simplemente por el hecho de que lo sienten aburrido e innecesario. He hablado con el profesor del ramo. Un caballero cordial. Tiene pinta de saber mucho. Pero, al parecer, tomando el comentario de los cabros, algo no cuadra con su cátedra. ¿Será la metodología? ¿El hecho de leer pasajes bíblicos? ¿La reticencia a cierta evangelización solapada? ¿O todo eso junto? Sobre la mesa en la sala de primero di justamente con un material de orientación. Tenía por título: Lo que Dios piensa del tabaco. En la esquina inferior de la hoja había dibujado un mono con un pucho en la boca. Atrás una cruz invertida. Con eso había evidencia suficiente de la joda que para algunos significaba el ramo.

Con respecto a la posibilidad de cambiarlo por Filosofía, unos chicos de segundo preguntaron si podía acaso enseñar algo filosófico, si sabía de materia al respecto, en caso de que el cambio de ramo fuese real. Les dije que podía ser, siempre y cuando ellos consultaran aquella idea con la directiva. Uno solo manda dentro de la sala de clases. Las ideas estructurales casi siempre se dejan caer "desde arriba". Nosotros somos los que servimos de cómplices o, en su defecto, de herejes. La propuesta, mientras tanto, continúa en el limbo. El ramo religioso sigue dictándose. Su profesor permanece estoico en la jungla educativa, de manera admirable, como venido de otra era, enviado por maestros y figuras de otros tiempos. Y los cabros siguen aburriéndose, en un estado de estupor constante, sin credos ni rosarios. A raíz de eso, sale a flote entonces la filosofía como un catalizador. Sin embargo, un catalizador puesto a la fuerza en un curriculum tecnocrático, para darle un matiz, si se quiere, más "humanista" y menos "funcionalista"; de modo que sigue teniendo un carácter de disciplina, cuando, de acuerdo a las palabras de Giorgio Agamben, la filosofía es una "intensidad". Todo ámbito del conocimiento debería ser filosófico con el grado suficiente de intensidad. Incluso el aburrimiento. Sobre todo el aburrimiento. En ese sentido, la escuela debería ser, ante todo, filosófica.

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