Las colegas del preu insistían en que los nuevos debían "pagar el piso". El asunto se ha aplazado, según dicen, más de lo debido. Solo el sábado la coordinadora volvió a sacar a colación el tema. Se veía dispuesta a cumplir con esa "obligación moral". Incluso tenía preparado algo especial, para ponerse al día, según ella, con una pagada de piso pendiente. Pero todo quedó en nada a causa de uno de los nuevos que se excusó a última hora. Ninguno de los implicados -incluyéndome- se ha vuelto a pronunciar al respecto. La pagada de piso quedó así en el limbo, indefinidamente, ante la inquietud persistente e interesada de las colegas antiguas. "Pronto les cobraremos la palabra, algo tendrá que caer" agregaba una de ellas vía grupo de whatsapp. A pesar de la buena onda que pueda surgir, sigo sin digerir bien esa idea. ¿No será mejor que los antiguos le den la bienvenida a los nuevos? ¿No será eso acaso algo más lógico y atinado? Nunca he sido muy amigo de ciertas costumbres. Nunca he entendido otra cosa en la pega que no sea trabajar y hacerse el hueón, cuestión que, orgullosamente, se me da bastante fácil.
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