jueves, 27 de julio de 2017

Es consabido que Sartre, en 1964, pidió por carta que no le dieran el Nobel de Literatura. El comité del organismo ya había ratificado su victoria, pero este, fiel a su misiva, acabó rechazando el premio, todo con tal de no convertirse "en una institución" y de no exponer a sus lectores a una "presión nada deseable". Lo que se tiende a olvidar es que, ni tonto ni perezoso, Sartre acabó de todas formas reclamando el dinero de la premiación. En suma, quiso ser consecuente a sus principios, pero por debajo igual quería el maldito dinero. No hay traición en esto. Como dice el dicho: la necesidad tiene cara de hereje. No hay nada que obligue a la honestidad y a la corrección absolutas. Así que, recuerden, futuros aspirantes, ganen todos los premios que quieran, pero hagan la de Sartre: inmortalicen una imagen de rebeldía para la opinión pública, y una vez que todos estén demasiado ocupados con ella, cobren el jugoso cheque sin remordimiento.

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