viernes, 14 de julio de 2017

Última de la NASA: La sonda espacial Juno sobrevoló directamente sobre la Gran Mancha Roja de Júpiter el lunes, pasando a una distancia de apenas 9000 kilómetros sobre la tormenta. Se sabe que es lo suficientemente grande como para cubrir la Tierra por completo y ha estado en actividad durante siglos. Seguramente nuestro propio sistema cósmico tiene, así, un efecto más psicodélico que cualquier sustancia o música en ácido. A eso se refería quizá Kubrick en aquella vieja entrevista ofrecida en una revista editada por Robert Anton Wilson: "la cruel pero bella indiferencia del Universo". El solo visionado de su forma despierta tanto la sensación de caos como la intuición de una belleza sublime por inabordable. Frente a esa impresión, el ego no puede sino zozobrar como ante una película con demasiadas capas de lectura. Entonces, qué es lo que esas fotografías de la gran mancha roja de Júpiter pueden comunicar o significar más allá de su propia majestuosidad. Algo similar recordé que se disputaba en una clase de psicología. En qué cambia el orden de lo humano, el orden material consuetudinario con un acercamiento o una imagen más viva de un fenómeno astronómico, a una distancia brutal de nuestro propio universo simbólico. Nada, a excepción de una vista más amplia. Una contemplación mucho más vivaz. La ciencia del cosmos no es útil. Su propósito podrá tener una intención política, incluso conspirativa, pero no arreglará nada. Las cuestiones trascendentes no sirven. No son su naturaleza servir. La ciencia del cosmos es como el arte del cine, no cambia la vida, pero sí cambia la perspectiva, la óptica bajo la cual esa vida avizora un camino, un visionado posible. Con todo, es imposible no asociar la gran mancha roja de Júpiter con 2001. Será porque las conquistas del espacio son solo comparables a las conquistas del celuloide y la imaginación.

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