jueves, 21 de septiembre de 2017

My generation

"Es una wea generacional. Lo que pasa es que estos cabros son milénicos" repetía el colega de inglés en la mañana en la sala de profes, a propósito de la conducta de los cabros en clase. Su aseveración me hizo ruido de inmediato. "¿Pero los millenials no éramos nosotros? ¿Entonces qué pito tocamos ahí?". El colega confesaba, luego de desmentirse, que había una confusión conceptual entre generaciones, ya que algunos sostenían que la millenial comprendía a los nacidos entre los ochenta y los noventa, y otros que solo a los nacidos en los años ochenta. Así el colega comenzó a hablar luego de la generación X, la llamada generación perdida, que vivió su juventud en los noventa, para compararla con la nuestra, que vivió mejor dicho su temprana infancia en los noventa. "Viéndolo de forma melómana compadre, seríamos como la generación que vivió de chico el paso del grunge al britpop, del desencanto a una nueva alegría. Jugábamos al Super Nintendo, teníamos Atari pero aún no teníamos Internet en la casa. Se podría decir que somos la "transición" entre la X y los cabros actuales, que serían la Z. Nosotros seríamos la Y". El colega subrayaba la palabra transición admitiendo la indirecta alusión política. La de la famosa transición a la democracia. La alegría por venir vuelto el slogan publicitario de nuestra idiosincracia y, en parte, de nuestra mentalidad. "Pero viejo, quiénes serían los millenials ¿ellos o nosotros?". le repetía de ese modo al colega aún sin poder hacer el distingo definitivo. El director entró súbitamente, y sin mayor preámbulo agregaba que los millenials éramos nosotros, incluyéndolo. "Nuestros alumnos son la generación Z, ya la busqué por internet. Nacidos a fines de los noventa y principios del dos mil. Entiendan que nosotros adoptamos la tecnología. Ellos se criaron en ella". Silencio repentino. El colega de inglés seguía pensando, cavilando aquella analogía musical. Por mi parte, la pregunta sobre la generación aún insistía. La paráfrasis a Bane en El caballero de la noche asciende era buena, pero no lo suficiente. La duda generacional no quería ser resuelta, sobre todo al leer que un tal Neil Howe, en su libro sobre el ascenso de los Millenials, consideraba que la línea divisoria entre estos y la generación Z era solamente tentativa. Pues con estas cavilaciones sin resolver se cerraba la discusión. El timbre no paraba de sonar, anunciando que este trío de profesores milénicos debía sí o sí volver a la realidad de la sala de clases, ese amasijo generacional todavía sin un horizonte ni una cancha completamente definida. Puede que sea finalmente aquella indefinición generalizada la virtud o la maldición de nuestras luminarias, su placebo existencial o su piedra en el zapato.

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