domingo, 19 de noviembre de 2017

Me contaron que en el Arturo Edwards, frente al Eduardo de la Barra, un grupo de sujetos disfrazados de zombie irrumpían en la larga fila de los votantes, provocando algunos desórdenes menores tales como destruir televisores viejos o quemar papeles simulando papeletas de votación. Al darse cuenta del bullicio y el ánimo estupefacto de la gente en la fila, algunos marinos del Arturo Edwards salieron a ver qué era lo que pasaba. En ese momento, se dejaba ver a uno de los zombies con una pancarta grande que decía "voto, luego existo", mientras caminaba con el resto de sus compañeros abriéndose paso hacia el colegio de sufragio. Lejos de escandalizarse, contaron que uno de los marinos comenzó a reírse diciendo que se trataba solo de una acción de arte. Temían en el fondo alguna clase de disturbio violento o alguna mocha entre los votantes hechos un atado de nervios. Pero se trataba nada más que de una chiquillada inofensiva. Nada más que un grupo de zombies apócrifos, realizando una analogía entre el hecho político de votar y el hecho inmanente de existir. Una vez que los zombies se devolvían a la calle, satisfechos de su jugarreta, los marinos regresaban tranquilamente al colegio, al mismo tiempo que las filas de votantes se iban diluyendo poco a poco, despejando al resto del universo eleccionario. Así ejercían en el acto su propia libertad performática, simulando una vida cívica, auspiciada por la fiesta de la democracia.

No hay comentarios.: