martes, 21 de noviembre de 2017

Otra pesadilla pre vacacional. Estaba en una gran casona derruida, con relieves similares a los de la dimensión oscura de Silent Hill. Ciertos contornos se iban haciendo trizas. Parecían demasiado quemados o, por el contrario, demasiado húmedos, tal como el de ciertas casonas patrimoniales de Av Alemania. El asunto era que me hallaba ahí. Al fondo de cierto pasaje se iba dibujando un vacío indescriptible. Era porque la casona no tenía fondo. Tampoco había afuera del espacio, ni afuera del sueño. Al llegar hasta al fin del pasaje sonaba música festiva. Se dejaba ver un cierto ambiente copioso que no conseguía penetrar. Pero la fiesta era evidente por el llamado inconsciente de cierto ex compañero. Una voz mental o una conversación mental retumbaban en la sien invitándome a entrar en esa fiesta impenetrable. Luego, una voz femenina, al parecer entrañable, me impelía a recular. Entre esos dos susurros molestos como conciencia bipartita se debatía el camino hacia la nada o hacia el todo del sueño. Hasta que se abría de vuelta al inicio una suerte de portal a lo Stranger Things. El portal podía ir hacia la fiesta o bien hacia el exterior de ese lugar. Salía expelido de ahí, sin mediar camino ni pensamiento. Los contornos seguían cayéndose a pedazos, como las propias voces. La música a lo lejos seguía festiva, pero confusa. Me veía ansioso por encontrar una respuesta, por acabar dentro o por salir hacia cualquier parte. Hasta que la cuestión acaba, y me encuentra con la radio encendida en una estación sin señal y la cortina sobre la cabeza, a punto de caerse encima, junto con el polvo de madera dejado ahí por las termitas. Un pequeño hoyo negro se iba formando en el techo, justo arriba de la almohada.

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