miércoles, 1 de noviembre de 2017

Vuelvo a la pieza luego de un miércoles con onda dominical. Ya no digamos que vuelvo a casa. Sería mucho decir. La pieza tal cual. Con la cama deshecha, con unas cuantas cuestiones sin revisar, y con la ventana semi abierta a través de la cual había caído algo de agua sobre el velador. Ese pequeño charco sobre el velador refleja el exterior de la pieza, pero a la vez se posa sobre el interior. No refleja otra cosa que el punto intermedio entre esa humedad poblada al aire libre y esa sequedad puertas adentro en la que con suerte caben los libros, la ropa y la falta de vergüenza. Nada de lo que he descrito en rigor me pertenece. Nada en estricto rigor es mío. Ni siquiera ese pequeño charco de agua producto de la entropía inevitable del medio ambiente. Como mucho solo su reflejo sobre mi persona, y un par de recuerdos desventurados en el bolsillo del pantalón.

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